Año Nuevo-Un Cuento de Miguel Ángel Pulido Jaramillo
- Miguel Ángel Pulido J
- 31 dic 2024
- 5 Min. de lectura
Faltaba poco para que dieran las doce de la noche, un año que viene y otro que se va, otro que se esfumaba de las manos sin que le dejara algo provechoso; no le había dejado ni una burra vieja, ni una yegua blanca, ni gris, ni verde, ni siquiera un unicornio azul. Otro año que, como de costumbre se iba sin por lo menos dejar una mancha en la pared del cuarto.
Las viandas en la mesa, la madre en la cocina sirviendo el pavo, las uvas en un recipiente grandísimo acompañadas de lentejas crudas regadas en la mesa. Los tragos de aguardiente rodando entre las manos de los tíos y el abuelo. Los primos que hacía mucho no aparecían lucían sus corbatas Ralph Laurent que adornaban sus pantalones Ralph Laurent que a lo mejor escondían calzones amarillos Ralph Laurent sacados al mercado por la temporada; y él, con el mismo jean de hace tres años, con el mismo trabajo de hace cinco y el mismo sueldo de hace diez, apenas ostentaba unos calzones amarillos comprados en San Victorino cuyos bordes se asomaban por el roto del jean en el muslo derecho. Sin embargo tenía un plan, y este año que llegaba no iba a ser como este, o como los anteriores, este año sería el suyo, viajaría por el mundo entero, conocería culturas de aquí y de allá, se enamoraría de una rubia de ojos verdes al otro del océano, la rubia haría lo mismo y sacarían al mercado del mundo una camada de niños cruzados rubio – mestizos. Conocería el Tíbet, encontraría su razón de existencia en las palabras de algún Lama que le adivinara el sentido del alma por cinco dólares en cualquier calle de Bali. En fin, él se había montado en todo un plan de recorrer el mundo así fuera colado en el tren de aterrizaje de cualquier aerolínea de bajo costo si fuese el caso, y la ejecución del plan tendría inicio esa noche, cuando el reloj diera las doce y saliera con dos maletas cargadas hasta con los frascos de la cocina y le diera la vuelta a la manzana, pues a la larga, si dicho rito había tenido tanto éxito por tantas generaciones, pues a alguien le debió haber funcionado alguna vez para que se institucionalizara de tal manera, y pues por qué no a él, si la vida no le había dado ni los buenos días, si tenía más cuentas por cobrarle que giros en su cuenta bancaria; pues bien - Era hora de cobrar. Se decía, y con esto se alistó sobre la puerta de la casa con sus dos maletas repletas, unos minutos antes que dieran las doce.
Las doce campanadas retumbaron sobre la ciudad, los fuegos artificiales tronaron en el cielo anunciando la llegada del año nuevo, en cada hogar los abrazos y las felicitaciones rodaban entre abrazos, uvas y lentejas, y él, como escuchando el disparo del réferi de los cuatrocientos metros planos, saltó sobre la calle con sus dos maletas a toda velocidad, con su mirada clavada al horizonte, entregando su fe a sus pies que corrían como saeta impulsada por quién sabe qué viento, mientras sus brazos se echaban para atrás sosteniendo las maletas que al levantarse parecieran que se convertían en fuertes alas que lo llevarían a los cielos más profundos. Cincuenta metros recorridos, la primera esquina de la manzana se veía cada vez más cerca, la fuerza en sus piernas crecía con cada zancada que daba, con cada brillo en los ojos que despertaba al imaginarse estar de pie frente a todos esos lugares en el mundo que apenas había visto en películas o en la enciclopedia de la casa, ochenta metros y la esquina que aparecía se alistaba para recibirlo, noventa, noventa y cinco metros, el poste sobre la esquina, el borde circular del andén, el inicio del movimiento giratorio hacia la derecha, la esquina de frente…
—Pero qué prisa tiene señor —le dijo uno de los policías que lo detuvo en el momento de doblar la esquina — ¡Destino y pase de abordaje por favor!
—Perdón señor agente, no entiendo de qué habla.
—¡Ahora no entiende! El señor sale de viaje y no entiende qué es destino y qué es un pase de abordaje, se lo diré entonces más claro ¡A dónde se dirige señor, y muéstreme su pasaje!
—¿A dónde?... señor, sólo le iba a dar la vuelta a la manzana y regresaba a mi casa.
—Sí, claro— dijo el otro policía que lo había detenido — eso dicen todos, que vuelta a la manzana, como si uno para darle la vuelta saliera con maletas repletas. Haga el favor de permanecer contra la pared mientras le hacemos una requisa.
Se detuvo frente a la pared con las manos apoyadas sobre la misma, uno de los agentes lo requisó de pies a cabeza y le escarbó hasta el último rincón.
—Mi teniente, parece que el señor está limpio.
—¿Lo escarbó bien, González?
—Sí mi teniente
—Está bien, González… a ver señor, pasaporte por lo menos.
—¡Pasaporte!
—Ah no, pensaba el señor abandonar el país sin pasaporte, así no llega ni a Tunja ¡Presente su pasaporte!
—Pero señor, no traigo pasaporte, ni siquiera lo he sacado.
El teniente se llevó las manos a la cabeza y después de un par de respiros replicó
—Sabe qué señor, usted ya se me hace sospechoso, no tiene ni pasaporte, ni pase de abordaje y así pensaba salir del país, ¿y esas maletas?… A ver, enseñe el equipaje.
Él abrió las maletas, las dejó a la vista de los dos policías, los agentes de la ley se dieron a la tarea de revolcar el equipaje lo más que pudieron encontrando algo demasiado sospechoso en su contenido, botellas de vinagre, aceite de girasol, limpiador de cristales y un tarro de ají mal cerrado.
—A ver el señor, podría explicar qué hacen estos objetos en su maleta, pensaba subir estos contenedores al avión, responda, ¿con qué objeto pensaba hacerlo?
ؙ—Mi teniente, yo creo que aquí el sujeto este es terrorista.
—Yo también creo lo mismo, a ver, ¡para quién trabaja! Alcaeda, el Estado Islámico, la ETA.
—Mi teniente, la ETA se desmovilizó hace ya veinte años.
—¡Cállese, González! Y usted, responda, ¡cómo pensaba armar la bomba en el avión!, ¡o pensaba hacerla estallar al llegar a ese supuesto destino que no nos ha querido revelar!
—¡Pero…!
No alcanzó a objetar nada cuando los dos policías lo subieron al carro patrulla y lo llevaron a la estación de la policía de aduanas. Allí le hicieron todo tipo de exámenes, intentaron averiguar si en los dichosos frascos llevaba droga camuflada o eran productos inflamables para hacerlos estallar con una moneda de doscientos pesos. Le tuvieron en interrogatorio hasta que dieron las seis de la mañana, para terminar confinándolo en un calabozo a la espera de iniciarle proceso por terrorismo internacional.
Mientras tanto, el alba despuntaba en otro primero de Enero, el año nuevo se levantaba en el día, con la esperanza, los nuevos propósitos, y todas esas cosas que ocurren en un año que viene y otro que se va.

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